El Muerto

OLYMPUS DIGITAL CAMERACon esa indiferente crueldad característica de la adolescencia, apodamos al nuevo profesor de química como “el Muerto”. Era grande, pálido y fofo; el tipo de hombre que extiende la mano derecha desmayada al saludar. Representaba una edad indefinida, y a veces, su rostro ajado parecía conocer todas las edades del mundo. Le precedía una nebulosa de olor entre dulzón y rancio, como si estuviese coronado por una miríada de insectos necrófilos.

Sus clases eran como él: blandas e insípidas, ambientadas por una voz monocorde que pretendía enseñarnos las propiedades de los cuerpos y todas sus posibles combinaciones. El aula transitaba entre el bostezo contagioso y las gamberradas de los alumnos de las últimas mesas. El nos observaba por encima de sus escuetas gafas con la desidia de quien contempla la lluvia en el otoño, un asunto fastidioso e inalterable.

Nadie quiso creerme cuando lo conté, pero aún hoy, después de tantos años, estoy seguro de esa visión espeluznante. Fue el último día de clase, su último en el colegio ya que no volvió el curso siguiente. Al acercarme a su mesa para recoger mi nota, vi como  de su oído derecho asomaba cimbreante, el cuerpo de un gusano.

P@

Un pensamiento en “El Muerto

  1. He venido hasta tu blog, para saludarte, parece ser que nos ha tocado juntas en ese lío, el del cuento del millón, que dicho sea de paso, no sé como saldrá.
    Ya que estoy aquí, te comento que profesores como el tuyo he tenido unos cuantos, aunque yo no los vi nunca morirse… 🙂
    Un abrazo, y estamos en contacto.
    Rosy

Replica a desdemipinar Cancelar la respuesta